Imagen: quizá Matisse

Ninguna merced espero por ello de Dios
por cuyo amor no me consta haber hecho nada...
como si te acordases de la esposa de Lot mirando hacia atrás,
me entregaste a los hábitos sacros y a los votos monásticos,
antes de profesar tú mismo.
Y por ello solo, porque confiaste tan poco en mí,
lo confieso, sufrí y me avergoncé terriblemente.
Igual, Dios lo sabe, no hubiese dudado en absoluto
en precederte o seguirte al antro de Vulcano, a tus órdenes,
pues mi pensamiento no estaba conmigo, sino contigo;
y ahora más que nunca, si no está contigo, no está en parte alguna:
sin ti no puede existir de ningún modo.
Te ruego, pues, que lo dejes estar a bien contigo.

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