Carnavales, lutos, mi vida y mi desgracia!
Las penitencias salen a las calles, y el salón del alma se vacía,
Resuena en las oquedades sólo un llanto,
Mi conciencia torturada, pálida, contempla la sangre en sus manos,
Se iguala con el mundo, está sorda y fría.
Existe una espiral que asciende y se olvida, exhala culpas,
Se entrega a un dios asesino que se burla,
La vida bulle en febrero y le salen gusanos de niebla,
Gélido semen que se riega impersonal,
Cae adentro y no molesta más la fragancia de mi esencia:
Soy el hombre inverso.
Aún preguntan por mi madre, sabia hermosa,
Que golpeó la tierra justo en la mitad de febrero,
Respondo que no sé donde está. ¡No sé!
¡En verdad no lo sé!
Se escapa como éter, asma, llanto, semen,
En los elegantes días nublados de febrero.
El cosquilleo del equinoccio es descubierto,
¡Bah! Me aburro de este círculo.
Las venas se secarían si no fuera por el terco pneuma
Que hincha aún las arterias y encona al oído arrodillado,
¡Triste! Mil veces triste, castigado.
…
Me vacío y me lleno en febrero,
Mis huéspedes también se aburren entre tantos círculos
Y elipses. Imposible la culpa. Candor por los que entran,
Ojos enterrados en la vergüenza por los que salen.
¡Aquí tampoco está Dios!
El cielo espera ser tocado por una mano, de fabulosa infancia. (Vandercammen)
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