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  1. Perezca el día en que yo naciera, y la noche que dijo, concebido varón. Aquel día sea obscuridad, no lo busque Dios de arriba, y no resplandezca sobre él claridad. Entúrbiele obscuridad y tiniebla, more sobre él muerte, asómbrele amargura. A aquella noche tómela tiniebla, no se ayunte con días de año, y en cuenta de meses no venga. Aquella noche sea solitaria, no venga canto a ella. Maldíganla los que maldicen el día dispuestos a despertar a Leviatán. Entrenebrezcanse las estrellas de su noche, espere luz, y no, y no vea alboradas de mañana. ¿Por qué no cerró puertas de mi vientre, y encubrió laceria de mis ojos? ¿Por qué del vientre no muriera, y del vientre saliera, y espirara luego? ¿Para qué me anticiparon las rodillas? y ¿para qué tetas que mamé? Porque agora yaciera, y sosegara, dormiera entonces, reposo a mí.
    ...
    ¿Para qué se dará al desastrado luz, y vida a amargos de corazón? ¿A los que esperan la muerte, y no ella, buscáronla más que tesoro? ¿A los que se alegran con regocijo, y se gozan quando hallan sepultura? ¿A varón a quien su camino le fue encubierto, y le cubijó Dios con tiniebla?

    Job, III.2-12,19-22
    versificación de Fray Luis de León

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