Foto: no sé.
John Berger, Mirar.


El lenguaje permite al hombre contar con los otros como con él mismo. (En esta confirmación, que se hace posible por el lenguaje, también pueden conformarse la ignorancia y el miedo humanos. Mientras que en los animales el miedo es una respuesta a una señal, en el hombre es algo endémico). Ningún animal confirma al hombre, ni positiva ni negativamente. El cazador puede matar y comerse al animal, a fin de sumar su energía a la que él ya posee. El animal puede ser domesticado, a fin de convertirlo en una fuente de aprovisionamiento y en una herramienta de trabajo para el campesino. Pero la falta de un lenguaje común, su silencio, siempre garantiza su distancia, su diferencia, su exclusión con respecto al hombre...

¿Cuáles eran los secretos del parecido y de la diferencia del animal con respecto al hombre? Aquellos secretos cuya existencia reconocía al hombre en el instante mismo de interpretar la mirada de un animal… En cierto sentido, toda la antropología, al estudiar el paso desde la naturaleza a la cultura, constituye una respuesta a esa pregunta. Pero hay también una respuesta más general. Todos los secretos eran acerca de los animales en tanto que mediadores entre el hombre y su origen. La teoría de la evolución de Darwin, indeleblemente marcada como está por las concepciones del siglo XIX europeo, pertenece, sin embargo, a una tradición casi tan antigua como el propio hombre. Los animales mediaban entre el hombre y su origen porque eran al mismo tiempo parecidos y diferentes de él...

La ruptura teórica decisiva llegó con Descartes. El filósofo francés interiorizó, circunscribió, dentro del hombre, el dualismo implícito en la relación del hombre con los animales. Al separar el alma y el cuerpo, legó el cuerpo a las leyes de la física y la mecánica y, puesto que no tienen alma, los animales quedaron reducidos al modelo mecánico.

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