Por otro lado, la mujer es instrumento del maligno, bruja, hechicera y, a propósito, busca y obtiene la destrucción de los hombres. Algunos casos son muy conocidos y sirvieron para articular determinados criterios morales misóginos a lo largo de los siglos. Así, por ejemplo, las abundantísimas representaciones de la leyenda de Filis y Aristóteles, que ilustran acerca de cómo las mujeres hacen perder la cabeza hasta a los hombres de más sólido saber. O el caso de Circe, capaz de convertir a los hombres en cerdos; o las hijas de Lot, a quienes ni siquiera detiene el temor al tabú universal del incesto; sin olvidarnos de las proteicas sirenas, que han mudado de género a lo largo de la historia, pasando de ser mujeres-pájaro a ser mujeres-pez, pero han conservado su siniestra capacidad de fascinar a los hombres y llevarlos a su destrucción.
La mujer, pues, es criatura diabólica, más obra de Satán que de Dios y, presa de pasiones oscuras que no puede dominar, es capaz de las mayores atrocidades cuyo episodio artístico cenital es la decapitación del varón. Momento inmortalizado repetidas veces por el arte a lo largo de los siglos, con más o menos virulencia, como la que muestra, dicen que con sobradas razones, una de las pocas pintoras y con muy diferentes objetivos. Lo mismo sucede con el celebérrimo caso de Salomé, también muy representado de muy variadas formas y con diferentes objetivos y criterios estéticos si bien todos ellos, como en el caso de la leyenda de Sansón y Dalila, tienen una transparente interpretación psicoanalítica que reconduce la decapitación a una castración epítome de los pavores y las fantasías negativas de los hombres. Nada de extraño que, en la sublimación de la capacidad diabólica de la mujer, el artista, en esta caso Felicien Rops, en una curiosa (pero no enteramente inexacta) interpretación de las tentaciones de San Antonio, la crea capaz de suplantar a Cristo, en un supremo acto de impiedad y sacrilegio que hizo decir a Freud que, con esta obra, Rops había retratado el psicoanálisis.
Por otro lado, la mujer es instrumento del maligno, bruja, hechicera y, a propósito, busca y obtiene la destrucción de los hombres. Algunos casos son muy conocidos y sirvieron para articular determinados criterios morales misóginos a lo largo de los siglos. Así, por ejemplo, las abundantísimas representaciones de la leyenda de Filis y Aristóteles, que ilustran acerca de cómo las mujeres hacen perder la cabeza hasta a los hombres de más sólido saber. O el caso de Circe, capaz de convertir a los hombres en cerdos; o las hijas de Lot, a quienes ni siquiera detiene el temor al tabú universal del incesto; sin olvidarnos de las proteicas sirenas, que han mudado de género a lo largo de la historia, pasando de ser mujeres-pájaro a ser mujeres-pez, pero han conservado su siniestra capacidad de fascinar a los hombres y llevarlos a su destrucción.
ResponderEliminarLa mujer, pues, es criatura diabólica, más obra de Satán que de Dios y, presa de pasiones oscuras que no puede dominar, es capaz de las mayores atrocidades cuyo episodio artístico cenital es la decapitación del varón. Momento inmortalizado repetidas veces por el arte a lo largo de los siglos, con más o menos virulencia, como la que muestra, dicen que con sobradas razones, una de las pocas pintoras y con muy diferentes objetivos. Lo mismo sucede con el celebérrimo caso de Salomé, también muy representado de muy variadas formas y con diferentes objetivos y criterios estéticos si bien todos ellos, como en el caso de la leyenda de Sansón y Dalila, tienen una transparente interpretación psicoanalítica que reconduce la decapitación a una castración epítome de los pavores y las fantasías negativas de los hombres. Nada de extraño que, en la sublimación de la capacidad diabólica de la mujer, el artista, en esta caso Felicien Rops, en una curiosa (pero no enteramente inexacta) interpretación de las tentaciones de San Antonio, la crea capaz de suplantar a Cristo, en un supremo acto de impiedad y sacrilegio que hizo decir a Freud que, con esta obra, Rops había retratado el psicoanálisis.
Ramón Cotarelo
herrlich!
ResponderEliminar¿eso es algún conjuro? bueno, no deja de ser una imagen seductoramente maligna o envuelta en su malignidad seductora
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