Preludio de trazos a "La pasión del hombre" de Enrique Polo



Me propongo hablar de trazos. Esto, con plena conciencia de no saber que pretendo con la noción de trazo, lo cual es, precisamente, la ventaja de utilizarle. Al estar indefinida desde el comienzo, la noción permite que se le juegue, se le transforme y defina, en el ir y venir del texto. Así pues, este texto se pretende un juego, más bien, un pre-ludio, pues es el texto so pre-texto de otros juegos, es decir, de otros símbolos; se refiere a ellos, especula sobre ellos, -en otras palabras- los refleja infielmente. 

1er Trazo

Se trata del invisible trazo que constituye el lienzo. Que es algo así como el trazo que implica el espejo entre el reflejo y lo reflejado. Como del espejo, hablar del lienzo es, en cierta medida, un truco. Pues hablar del lienzo es hablar de nada, en la medida en que el lienzo no tiene sentido, si no se halla referido a la mano del pintor[U1] . Sin embargo, en la medida en que permite esta referencia, el lienzo mismo implica algo. La textura y dimensiones del lienzo se ejercen sobre la mano que pinta. Esta debe adecuar sus movimientos a la circunstancia que es el lienzo, este participa de su trazar, le obliga a trasformarse, a dimensionarse de cierta manera, apoyarse y ejercer fuerza de acuerdo a la tela y sus bordes. Habrá resistencias, tanto de la mano que corrige y se adapta, como de la tela que se resiste a ser utilizada. Plasmar algo en él es hacerlo diferente de sí mismo. Toda obra se forja en la dialéctica de este juego, que hace –a la manera de un espejo- de uno, dos. Dos, que son y no son iguales, que parecen pero difieren. Aquí existe una contradicción que no se debe pasar por alto: frente al espejo, lo diestro es lo siniestro y viceversa.


2nd Trazo

  “En toda historia siempre hay, en mi opinión, alguna mirada oculta, una palabra que se calla.”[1] Podría imaginarse, que algo similar es cierto sobre las imágenes. En ellas habitan silencios cuidadosamente plantados y sobre todo, afortunadamente equivocados.  En cuanto a obras y hablantes se refiere, el silencio debe ser una categoría cuidadosamente matizada. El silencio de un mudo, de alguien que carece de la capacidad misma del habla, es constitutivamente distinto del silencio del hablante. El hablante calla, ya por voluntad u omisión, dentro del lenguaje. Aquí se trata, más bien, de una tímida sonrisa de complicidad. Una sonrisa particular, -tal vez la esencia de una sonrisa- se me antoja análoga esa sonrisa vertical; eminente progenitora que implica el riesgo del bastardo, pero en la misma medida, la posibilidad de la poiesis. 




 3er Trazo o esbozo

En términos geométricos, son necesarios al menos tres trazos para generar un espacio. Pero en el ámbito del papel, donde la fuga es posibilidad, sólo hace falta uno para generar una letra (la letra ‘l’ en minúscula, el elemento más sencillo del alfabeto latino). Con dos, incluso se puede aventurar la dignidad de una mayúscula. Así pues, me aventuro y juego mis trazos.

Siete reflexiones de Enrique Polo, que son y no son, el Autor. Siete instantes de una pasión, que son el silencio culposo de esa otra mal lograda en el calvario. Todas articulan un complejo mecanismo de espejos/espectros, al que me permito agregar las siguientes líneas: “La quita [cita] es de mayo de 1908. ‘Aterradora idea de Juana, acerca del texto Per especulum. Los goces de este mundo serían los tormentos del infierno, vistos al revés, en un espejo.”[1] El enigma del sufrimiento y la catástrofe han sido siempre una sombra sobre el pensar y sentir humano. Un silencio impuesto por la ardua tarea de existir, que sin embargo, acompaña el andar de cada uno de nosotros; si acaso, como una rotunda negación. Al reverso de estos cuadros –lúgubres y fascinantes a la vez y por lo mismo- se encuentra la alegría del mundo vista en su conjunto. Pero no como la negación de estas imágenes, sino como su necesario y perfecto reflejo. Cada pequeña alegría se yergue como el contrapuesto reflejo de un mundo que sufre; cada lagrima derramada, como el saldo asumido por toda gran felicidad.

Marcos Alegria




[1] J. L. Borges, ‘El espejo de los enigmas’, en Otras inquisiciones, recogido en Obras completas, Emecé Editores, Buenos Aires, 2005, v. 2, p 105. 


[1] J. M. Coetzee, Foe, (versión de Alejandro García Reyes) DeBOLS!LLO, México, 2006, p. 141.


 [U1]En rigor, a esta, a las incontables de su experiencia, y las incontables que hicieron el lienzo, la pintura y sus instrumentos. 


4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Este texto se refiere a 7 piesas bajo el nombre de "La pasión del hombre" del pintor Enrique Polo; las cuales fueron expuestas en marzo pasado en San Cristobal de las Casas. Lamentablemente no he podido subir un registro adecuado de las mismas, cosa que pretendo remediar a la primera oportunidad.

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  3. Entiendo que se trata del texto de presentación (tuya) sobre las siete piezas de Polo. La sensibilidad que me provoca vence a mis dudas intelectuales, hay tantas minas de significado en tu texto! no estoy seguro de entenderlo bien, pero ¿debo "entenderlo bien?
    Es un texto que entraña riquezas que no estoy seguro de conocerlas.
    (las pinturas de la exposición parecen bastante interesantes... ¿análoga monstruosidad a la delicia del arte plástica?)

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  4. "L" para lapiz de trazo, R con R Carril ... ruedan que ruedan las ruedas del ferrocaril ... al 'sévér" nos da "7", lo cual es indeniablemente un conjunto de "Polos-Opuestos", rectos y curvos que se escriben sin levantar el 7ápiz .... u otro instrumento de escritura binaria del 7ienzo.

    Bravo Grafo, Bravo Enrique !!

    ps. i kind of enjoy this truculentos SAMGINE !!

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