Carta de Hans Bellmer a su amiga Polly


Noviembre 1. 1964

Querida Polly:
Trataré entonces de hacerte una breve síntesis de mi libro “Pequeña anatomía del inconsciente físico o La anatomía de la imagen.” (Pero bastará con que des una ojeada a la caligrafía para comprender hasta qué punto tengo los nervios destrozados). El doble título ya indica que se trata de un doble propósito: Primero, derramar frente al lector la existencia de una anatomía de nuestro cuerpo que es puramente subjetiva, imaginaria y que, en cuanto no objetiva, encuentra de qué nutrirse en los estados febriles y a menudo psicopatológicos, incluido el delirio sexual. De hecho, cuando cedemos al miedo o al deseo, estamos en condición de sentir e imaginar seres humanos más que todo fantásticos, escandalosos o “absurdos”. Siento algo de excitación al escribir la palabra “absurdo”. De hecho, en la combinación de partes de muñecas o de partes más o menos completas de la “Muñeca”, he encontrado que no tenían sentido, y no provocaban la sensación de lo “probable”, de lo “deseado” – no comunicaban absolutamente nada. Como compensación, encontré otras que desencadenaban en mí un placer incomparable, o en rigor, comparable a aquello que debe sentirse cuando se encuentra un tesoro que se ha buscado febrilmente por veinte o treinta años. Ahora, como sabemos, la vida no es siempre un placer incomparable; no sólo la curiosidad, sino también el deseo de “saber”, me indujeron a buscar en otro lugar una justificación, o algún paralelo a mi descubrimiento. En el campo literario, si así lo podemos llamar, he encontrado [en] las cartas de Kokoschka, la futura Eva, el célebre ejemplo de Platón (el ser, en sus orígenes, tenía cuatro brazos, cuatro piernas y dos cabezas: los “Dioses” le cortaron en dos, mujer una parte y hombre la otra). Pero todavía no estábamos; aquello que finalmente encontré, por casualidad (tengo muy poco de literato), fue la observación clínica auténtica, la obra del doctor Jean Lhermitte: La imagen de nuestro cuerpo. Seguidamente encontré otras aquí y allá. Sin duda, ignoro gran parte de lo que se observó en materia psiquiátrica, pero lo que cito en la Anatomía, agregando mis observaciones personales, basta y sobra. Luego, tomas sólo la cita (Jean Lhermitte): “…tengo ya cien brazos, mil dedos…” etc, y vas a ver en el Museo de Arte Oriental (Franklin – Roosevelt) las imágenes de la “diosa” Kali-durga o de los “Sakti” de los “mil” brazos. O, si quieres, vas a ver al Museo de Historia Natural (el primer edificio viniendo de la estación Austerlitz, del Sena) la monstruosidad que algunas veces produce la “naturaleza”.
Bien, basta sobre la Anatomía del “Inconsciente físico”. En cuanto a la Anatomía, o mejor, a los procesos y a las coordenadas de la “imagen”, se trata obviamente de un análisis seguido de una síntesis de la expresión humana en todas sus formas, se trata del proceso de formación de la imagen poética. Para que pueda imaginarse algo, es necesario que primero los depósitos de la memoria estén llenos. La memoria puede alimentarse sólo a través de la experiencia, la observación, la percepción, que comienzan en el momento del nacimiento. Si tienes paciencia, puedes recorrer el libro, deteniéndote en los pasajes que tratan sobre la percepción (comprendida la percepción engañadora), que van desde el simple hecho de ver un plato ya visto mil veces, hasta las percepciones de los sueños o hasta las alucinaciones (no importa que se trate de alucinaciones interpretativas o de alucinaciones “puras”, si existen.)
En el ser humano con algo de experiencia, a partir digamos de los cinco años, no se da más la observación, es decir percepción de un objeto del mundo exterior, sin que la memoria le reenvíe una imagen ya registrada, más o menos adecuada, a título de parangón. Para no hablar de la parte que tiene el deseo de cuanto se quisiera percibir. El plato visto cien veces no tiene ya interés (realidad poética, para ti.) Si por el contrario ves un pie que se parece a tu necesidad, anotarás la imagen en la memoria, te lo garantizo. En pocas palabras: si cierro un párrafo del libro con la frase “el objeto que se parece sólo a sí mismo, no tiene realidad”, no es una broma que quiere ser interesante: es una absoluta convención (Relee, si quieres, el sueño de mi ex esposa, sueño en el que aparece la chimenea pequeña que asoma fuera del techo, que es al mismo tiempo un falo y una sirena antiaérea). El libro, por lo demás, traiciona también otras intenciones: por ejemplo aquella del antiespecialista que me gustaría ser, uno capaz de tomar igualmente en cuenta al leñador, al ingeniero, al psiquiatra, al analista, al enfermo, al artista, etc. etc. Lo que en el fondo irrita un poco a todos, tanto más que no dudo en mezclar el pensamiento objetivo y frío con caprichos y secretos de orden poético, si no es para probar que el hecho de tener un cierto don poético, no quiere decir a priori que se es idiota en otros campos.
Y también el libro tiene otro defecto: está escrito de manera demasiado apretada. Presupone, por parte del lector, un esfuerzo que éste, la mayor parte de las veces, no puede hacer. Además, el carácter escandaloso no siempre atrae al lector o a la lectora. Lo primero que recibí fue una carta inmediata de André Breton (con quien debí haber llegado a una decisión drástica), seguido de Man Ray, que me respondió con el anagrama IMAGE-MAGIE, y luego aún un guiño más que positivo del profesor Lacan. El último gran admirador en orden cronológico - “se ha convertido en mi Biblia” – es un joven berlinés, que pagó la costosa edición alemana y que nosotros llamamos el “dulcero” porque lo hace como oficio. Para el doctor Ferdiére, siempre prudente cuando debe hablar, “no está nada mal”. El primero de quienes – le presté mi copia – sólo me preguntó si lo había escrito en francés. En cuanto a las mujeres, no lo sé muy bien. Renate Gerhardt, que ha estado al cuidado de la edición en alemán, quedó fascinada. Unica, interrogada por el doctor Rosolato a propósito, dijo: “es un libro para hombres”. En este caso hay que tener en cuenta la profunda aversión de Única por cada forma de erotismo presentado muy al desnudo, además del hecho de que no es una “intelectual”.
Como tú, además, Polly. Me gustaría tanto que alguna vez me escribieras tus impresiones sobre mi Anatomía, en ese estilo tuyo tan fresco y espontáneo. Y te pido, no te guardes ciertos pensamientos, tal vez por miedo, que puedan ser locuras. Relee el “malloppo” cuando tengas dos o tres horas libres, y luego escríbeme cuando y como quieras. En todo caso espero saber algo el día de mañana.
Te mando un beso afectuoso.

1 comentario:

  1. somos, siguiendo la intución de bellmer, irreales para nosotros mismos, somos como el plato conocido que ha perdido su sí mismo en esta percepción vulgar que nos consituye
    ergo
    seremos cuando dejemos de existir, al menos para la conciencia vulgar (que nos constituye día a día)

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