…from this instant,
there’s nothing serious in mortality:
all is but toys: renown and grace is dead;
the wine of life is drawn…
-Shakespeare-1
El discurso perverso de la muerte
La muerte es lo absolutamente otro que no puede ser experimentado dado que es la negación de todo lo que el hombre es2. Éste último, por su parte, en su pretensión por otorgarle sentido a la muerte, la traslada de lo absolutamente otro a un entrelazado simbólico. Sin embargo, dado que la muerte implica de suyo silencio y por ende la ruptura violenta de lo continuo, no podrá ser experimentada a partir de la construcción de un discurso unívoco. El discurso que se elabore en torno a la muerte será un discurso perverso capaz de trasladar al individuo hacia el terreno tortuoso de la angustia ante el silencio.
Por otro lado, enunciar la muerte es la pretensión del hombre por trasladarla de su no-posibilidad de ser experimentada físicamente, a un terreno discursivo, haciendo con ello uso del orden del entretejido sintagmático3. En la medida en que se enuncia a la muerte apelando a dicho orden, su enunciación será también, en gran medida, el acallamiento del hombre. Tanto más se interna éste dentro del orden sintagmático, cuanto más limitado y silenciado en su creación discursiva. Así, dado este silenciamiento, el hombre se encuentra siendo parte de una lucha constante frente a la muerte, se enfrenta a la angustia de no ser silenciado por su propia pretensión de emerger del discurso. En adelante, el hombre emprende una lucha ya no sólo frente a su muerte física, sino también discursiva. Es así que el discurso, y con él el hombre, se afirmará en la medida en que es llevado hasta el máximo de su intensidad, hasta el límite de su propia muerte, a su silencio. Llevándolo hasta su propio sacrificio.
La pregunta que en adelante cabrá hacernos es la siguiente: ¿qué es lo que mantiene al individuo en el límite de su propia posibilidad discursiva? Es quizá a través del trabajo del duelo que el individuo se coloca en los límites de su propia posibilidad discursiva. A partir de la muerte, del silencio del otro, el individuo, el yo, se afirma como una posibilidad discursiva. Sin embargo, es también en la muerte física y discursiva del otro como el individuo afirma su propia muerte, su propio silenciamiento. Es así que esta afirmación –enunciación– y negación –ser acallamiento– del individuo a partir de la muerte del otro, se presenta como angustia que deviene en el trabajo del duelo y que es superada, al menos en apariencia, por medio de la poesía, quien posee la facultad de transgredir el discurso.
Desde esta perspectiva, la práctica del duelo es un intento por pretender ser oído, es parte de este ‘querer permanecer en el sintagma’ aún siendo en lo absolutamente otro, aún siendo en el silencio. Así pues, el trabajo de duelo posibilita la experiencia del discurso de la muerte, en tanto que hay otro que puede dar cuenta de ello, pero la presencia de ese otro sólo se afirma en la medida en que se encuentra también siendo parte del límite de su propia posibilidad discursiva, en la medida en que él es también, en sentido heideggeriano, un ser-para-la-muerte que se angustia ante la posibilidad de ser acallado por el propio lenguaje. Es, pues, por medio de la poesía que el silencio será trasladado al ámbito discursivo y éste último a su vez podrá ser también en el silencio. El trabajo del duelo, en última instancia, afirma en el individuo su pretensión por salir del silencio sintagmático para poder permanecer en el otro aún siendo en lo absolutamente otro.
Seguir la lectura: http://docs.google.com/Doc?id=dmzdrr2_118dbnbw29v
[Secciones: El discurso de las instituciones; El silencio, (a)filiación al entretejido sintagmático; La poesía… en camino hacia la angustia; El trabajo del duelo es preservar al que muere; Bibliografía]
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