Las moiras


El pasillo de la escuela estaba oscuro, ahí, sentado frente a una pared, estaba Stalker, leía algo, su expresión denotaba una angustia inconmensurable que nacía de la comprensión de su lectura. Corrí y pasé de largo, pensé que sería terrible interrumpirlo, pero él me llamo, estaba llorando. “Téjeme algo” me decía. Le daba un beso en la frente y le decía que sí, que haría algo bonito para él. Al final del pasillo, un trío de ancianas me preguntaban si quería aprender a tejer. “Debo tejer algo para que Stalker deje de llorar” les dije. Una de las ancianas me extendió un par de agujas, me dijo que con ellas podría tejer algo. La segunda me ordenó desatarme las trenzas y con ellas tejer lo que haría detener el llanto de Stalker. Debía tomar los cabellos más delgados para empezar, después los medianos y por último los más gruesos, también debía buscar tres colores en mi cabello e ir del más claro al más oscuro. Me desataba las trenzas y al tiempo cayeron las agujas, la primera tenía el número 3 y la segunda un 9. La tercera anciana, estalló en carcajadas, sentí miedo y huí de aquel sitio… Stalker, ahora tumbado en el suelo, lloraba, deliraba, balbuceaba algo acerca del infinito, algo que no alcancé a comprender. No pude acercarme. Una chica de cabello negro, corto, lo miraba como si él fuera un profeta. Me di la vuelta y él y yo llorábamos mientras la chica veía la escena con estupor. Yo me angustiaba, me entristecía por que no había podido tejer nada para que él dejara de llorar.

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  1. Trapos del cielo

    Si tuviera los bordados tapices del cielo,
    Tramados con luz dorada y plateada,
    El azul y lo tenue y los oscuros tapices
    De noche, luz y penumbra,
    Extendería los tapices bajo tus pies:
    Pero yo, que soy pobre, sólo tengo mis sueños;
    He extendido mis sueños bajo tus pies;
    Camina con cuidado porque caminas sobre mis sueños

    William Butler Yeats

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