"la verdad no se capta con los ojos del cuerpo, sino con la mente purificada"
San Agustín1
"Verdad" y "mente purificada" van de la mano con el rechazo del cuerpo. En materia de filosofía esto no resulta extraño, menos si el contexto es medieval, es decir, judeo cristiano, es decir, religioso, i.e. cultural (elemental). La historia de los dualismos es milenaria, de hecho perdemos la mirada al intentar rastrear su origen en el paleolítico, toda cultura humana parece deudora de las estructuras "esquizomorfas"2. "Verdad" y "mente purificada" son simbólicamente "isomorfas" (¿cómo podría hablarse de "verdad" en una mente "impura"? ¿cómo pretender pureza si no es por la vía de la verdad?).
Vivimos atrapados en una semiósfera que fustiga la carne, que la enclaustra en el reino del mal (mentira e impureza). Por eso es una "tautología" (no lógica) afirmar que la verdad pertenece al reino de la pureza, que el impuro está lejos de ella, que ninguna proposición puede ser verdadera si emana de los labios del "mentiroso"; por ello "A = A" sólo es convincente cuando se le acompaña de la antisepsia espiritual que defiende su fulgor frente al orden corruptor de la carne.
1 F. Canals Vidal, Textos de los grandes filósofos [Edad Media], Sígueme, Barcelona, 1991, p11
2 cf. Gilbert Durand, Las estructuras antropológicas del imaginario (FCE, México)
¿Y ahora qué? El primero y hasta hoy más importante plan de salvación ha dado al hombre el título de "sujeto". Esto implica una subversión completa de la distinción antigua entre sujeto y objeto. El ser humano pierde su objetividad, que pasa a los sujetos. El mismo deviene el sujeto que sirve como base de sí mismo y de todo lo demás. Podría decirse que de este modo el ser humano es metafísicamente apartado de las cosas -dándose con ello también un nuevo sentido a ("toda futura") metafísica-... Hablando con propiedad, podemos decir que lo que ha quedado en pie de todo ello es sólo la costumbre de significar al individuo humano como sujeto y, bajo este nombre y en una especie de conspiración contra la sociedad, hacer una apología del mismo.
ResponderEliminarNiklas Luhmann. Complejidad y modernidad: 217.