Curado de viagra
"Nada le quita al pulquito su fama de mantenerte siempre en firmes"
El "néctar de los dioses" es más sano que una cuba, aunque emborrache, dice el encargado del local de la Romita
Ahora los jóvenes toman cerveza o Viña Real, lo que anuncian en la tele.
OTHON LARA KLAHR
Uno de los sitios más pintorescos de la Romita es la pulcata La Hija de los Apaches, ubicada en avenida Cuauhtémoc, a media cuadra de Real de Romita. Aunque afuera de lo que es propiamente el barrio, por su cercanía muchos de sus clientes son romanos. En la entrada del expendio, un letrero atrapa la atención: "El curado de Viagra sólo se venderá con certificado médico". Adentro, otro anuncio amplía la información: "Contra la impotencia sexual tome el curado de Viagra (Viejas agradecidas)".
El encargado es un hombre de espeso bigote aguamielero, que se muestra accesible para revelar los secretos del "néctar de los dioses". Lo del Viagra, explica don Epifanio Leyva -"El Pifas, pa' los cuates"- sólo es un truco para jalar gente; en realidad se trata de una composición de pulque con vitamina B7: betabel, pepino, zanahoria, apio, jitomate, perejil y guayaba. "Pero nadie le quita al pulquito su fama de mantenerte siempre firmes." Porque es el afrodisiaco popular por excelencia.
Ha bajado mucho la venta
Y dio resultado la estrategia publicitaria, comenta El Pifas: "Piden mucho curado de Viagra", además de los clásicos de avena, apio, guayaba, jitomate, melón y otras frutas de temporada. Sin embargo, se queja, "nos ha bajado mucho la venta; ahora los jóvenes toman cerveza o Viña Real, que ven anunciadas en la tele. En cambio nunca ven un anuncio de pulque. Muchos chavos creen que ya ni existe".
Don Epifanio asegura que un vaso de pulque es "ciento por ciento más sano que una cuba; es alimenticio, aunque emborrache. Esto depende de cómo venga de fuerte, pero por lo general con unas seis jarras ya está uno alegrón".
Para reforzar su afirmación de que el pulque es saludable, dice que tiene clientes "desde cuando empecé a trabajar aquí, hace 25 años, y ahí andan, en cambio otros de la misma edad que nomás le entraban al alcohol ya se murieron". Desgraciadamente no se le hace la publicidad que merece a este producto tradicional, insiste. Por ese menosprecio, "muchas pulcatas mejor cierran, porque no sacan ni para la renta".
Recuerda con melancolía: "Antes vendíamos seis barriles diarios, y ahora apenas tres. Mire: la pulcata está vacía a mediodía. Antes a esta hora no se podía ni caminar aquí adentro".
Y eso que el pulque es muy barato: el vaso de casi un litro aquí vale tres pesos el natural y seis el curado. "También influye la crisis: luego nomás traen un peso y pues les doy lo que es por esa cantidad, o de una vez les lleno el vaso y les digo: 'luego me pasas', ya sé que no me pasan, pero no se pierde el cliente".
Una pared de la pulquería luce muchas fotos de boxeadores, entre ellos el mismísimo Pifas en sus tiempos de gloria (1954-1957), periodo en que peleó en los pesos pluma, ligero y wélter. Informa que seguido organiza convivios con varios de sus cuates: "Mi compadre Rubén Olivares, Ultiminio Ramos -el curado de zapote negro lleva su nombre-, Chuy Zulueta, Romeo Anaya, Gabriel Bernal, Juan Fabila y Antonio Roldán, entre otros".
El Pifas refiere que el pulque que "solapa los cuetes diarios" (parodiando a Chava Flores) de Romita y anexas viene de Singuilucan, Hidalgo.
"Deben ir bien cargaditos de fruta"
Los curados son los que más ganancias dejan, explica, "pos se venden más caros, pero deben ir bien cargaditos de fruta para que tengan sabor".
-¿Quiere una pruebita? -ofrece El Pifas con cortesía... ¡Orale! Mire: hasta se derrama por la pulpa de fruta... Pruebe este de guayaba... es la pura crema...
Con tono de quien conoce de la materia, dice que hay un curado que se llama Fuerza, vigor y puntería. Lleva avena, cacahuate y piña. Otro, ya clásico en este expendio, es el de cebada; "yo lo inventé", dice, orgulloso.
"¿El de Viagra? También es de mi repertorio, pero no hay ahorita, se acabó... Es moradito, por el betabel que lleva... Cuando estuvo de moda el chupacabras, ¿se acuerda?, hice uno con ese nombre, que llevaba apio, jitomate y piña, con salsa Valentina. Se servía escarchadito, bien frío..."
-Ahora pruebe este de apio...
"Nuestro horario es de nueve a nueve. No, no es pesado, se la pasa uno cotorro con tanto cábula y malora que viene. Recuerdo a uno que quiso pasar por Rubén Olivares, y sí se parecía. Unos clientes lo invitaron a su mesa y ya en puntos pedos empezaron a tirarle de golpes diciéndole quítate éste, campeón, y ¡pum, pas!, le daban duro y tupido y aquél no sabía ni meter las manos. Tuvo que decir la verdad: que no era El Púas."
Aquí chupó López Velarde
A la pregunta sobre el origen del nombre La Hija de los Apaches, don Epifanio explica que en la calle de Medellín hubo otra pulquería que se llamó Los Apaches, y "pus a güevo tenía que haber una Hija de Los Apaches, ¿no? Esta ya tiene un chingo de tiempo. Con decirle que aquí venía a chupar el torero Rodolfo Gaona, y dicen que también un poeta que vivió allá a la vuelta, en Alvaro Obregón... ¿cómo se llamaba?... ah, sí: López Velarde; según supe acostumbraba venir a echarse un vasito de pulque, una miada, y seguía su camino. Hace tiempo unos intelectuales andaban investigando el recorrido que hacía cuando murió de una pulmonía y vinieron a preguntar sobre él... Otro que viene hasta la fecha es el escritor de Picardía mexicana, Armando Jiménez, quien incluso trae a gabachos a que conozcan las pulcatas y de paso se echan un curado".
Ya nadie usa el departamento de mujeres
Al contrario de como piensan en otros sitios similares, don Epifanio se alegra de que los departamentos de mujeres en las pulcatas estén en desuso. "Aquí nadie las molesta, hay respeto. A ellas ya no les gusta estar allí apartadas como antes. Algunas hasta vienen con su novio o su esposo. En ocasiones vienen estudiantes a conocer el ambiente".
Fragmento de Parada en La Hija de los Apaches, de la crónica De Aztacalco a Indianilla (con escala en La Hija de los Apaches), que obtuvo el premio Bernal Díaz del Castillo. La vida cotidiana en la ciudad de México, convocado por el Consejo de la Crónica.
Obra maestra
El soltero es el tigre que escribe ochos en el piso de la soledad. No retrocede ni avanza.
Para avanzar, necesita ser padre. Y la paternidad asusta porque sus responsabilidades son eternas.
Con un hijo, yo perdería la paz para siempre. No es que yo quiera dirimir esta cuestión con orgullos o necias pretensiones. ¿Quién enmendará la plana de la fecundidad? Al tomar el lápiz me ha hecho temblar el riesgo del sacrilegio, por más que mis conclusiones se deriven, precisamente de lo que en mi puede haber de clemencia, de justicia, de vocación al ideal y hasta de cobardía.
Espero que mi humildad no sea ficticia, como no lo es mi miedo de dar a la vida un solo calificativo: el de formidable.
en acatamiento a la bondad que lucha con el mal, quisiera ponerme de rodillas para seguir trazando estos renglones temerarios. Dentro de mi temperamento, echar a rodar nuevos corazones sólo se concibe por una fe continua y sin sombras o por un amor extremo.
Somos reyes, porque con las tijeras previas de la noble sinceridad podemos salvar de la pesadilla terrestre a los millones de hombres que cuelgan de un beso. La ley de la vida diaria parece ley de mendicidad y de asfixia; pero el albedrío de negar la vida es casi divino.
Quizá mientras me recreo con tamaña potestad, reflexiona en mí la mujer destinada a darme el hijo que valga más que yo. A las señoritas les es Concedido de lo Alto repetir, sin irreverencia, las palabras de la Señora Única: “He aquí la esclava”… Y mi voluntad, en definitiva, capitula a un golpe de pestaña.
Pero mi hijo negativo lleva tiempo de existir. Existe entre la gloria trascendental de que ni sus hombres ni su fuente se agobien con las pesas del horror, de la santidad, de la belleza y del asco. Aunque es inferior a los invertebrados, en cuanto que carece de la dignidad del sufrimiento, vive dentro del mío como el ángel absoluto, prójimo de la especie humana. Hecho de rectitud, de angustia, de intransigencia, de furor de gozar y de abnegación, el hijo que no he tenido es mi verdadera obra maestra.
Ramón López Velarde
Breve comentario a la Memoria
Voy a intentar recordar lo que te escribí antier, conforme iba leyendo, escribía, y en tus últimos párrafos, me leía, pero no se publicó mi comentario ¿algún conjuro? Ya no será lo mismo porque ya lo leí todo, es como los sucesos para los historiadores, ya saben qué final tendrá, no se puede decir "voy a la guerra de Cien Años". Si viéramos nuestra vida después de muertos, ya no habrían tantas sorpresas más que las de los recorridos intelectuales para detenerse en lo que no se podría ver, porque no había la distancia suficiente para convertir la experiencia en un objeto de estudio o juego intelectual-estético.
En el espanto de lo ocurrido en la vida, se está muy cerca, tanto que no es posible acomodarlo en algún lugar de la memoria que se pueda soportar. Parece que nuestra psique tiene sus dispositivos de sobrevivencia, que convierte los recuerdos dolorosos en un bloqueo, imágenes intermitentes o somatizados en el cuerpo, fragmentados, sin esa secuencia narrativa, menos lógica o con un principio y un final como la prosa novelada. Las experiencias traumáticas podemos acomodarlas, pero la socialización da la magnitud, de hecho podríamos tolerar los traumas si sólo fuera eso, pero ni el cuerpo puede aislarse aun cuando la especialización médica se fascine por el mundo micro o nano. La vida es representación y creación, inventa sus performances, como ese milenario afán religioso de la cultura Occidental por buscar el origen en la figura del "yo", ha construido expresiones estéticas trágico-heróicas y la melancolía de su derrotero. Origen, tierra, útero, la búsqueda de esencias en el yo, inventan sus mitos de trascendencia, el más acá o el más allá, lo factual o lo ficticio. No hay ningún "yo" desprovisto del lenguaje, más aún, del juego del lenguaje articulado con los otros que nos constituyen desde hace miles de años y nos hace reconocer al vecino. El yo, superyo y sus variantes freudianos, extendieron la figura prometeica de un sujeto trascendental, actuante, vigoroso, masculino, el Estado. Por cierto, los casos que cita el autor no son tan ordinarios, son especialistas escénicos, ¿y la gente ordinaria? por ejemplo, esas madres que se levantan a las 4 de la mañana para llevar en camión a su bebé envuelto en cobijas a la guardería, porque su turno laboral empieza a las 5 de la mañana. Bueno, dirán "qué dramática", es el drama de millones de mexicanos, citaré otros más cercanos a este medio, por ejemplo, recuerdo a una alumna que para tomar la clase de las 7 de la mañana en la universidad tomaba tres camiones porque vivía en un pueblo cercano y estaba embarazada, además era la mejor alumna del grupo. ¿Cómo serán sus recuerdos? ¿su performance?
El espanto se va disolviendo en su dureza del impacto, en esas operaciones cotidianas que aligeran la intención, lo repetitivo de las funciones naturales del cuerpo, que se hacen sin darnos cuenta en la vida coridiana, qué descanso.
Graciela Manjarrez
Baubo, la obsenidad vital
El lugar más feliz de la tierra
Empleados del "lugar más feliz de la tierra" protestaron disfrazados de personajes de Disney, pero la policía los esposó y retiró del lugar
AP
El Universal
Anaheim Viernes 15 de agosto de 2008
07:02 La Cenicienta, Blancanieves, Campanita y otros personajes del imaginario infantil fueron esposados, cacheados y detenidos por la policía durante una protesta laboral que imprimió un toque de realidad en el Lugar Más Feliz de la Tierra. La policía detuvo a 32 manifestantes, muchos disfrazados como personajes de Disney, luego de una manifestación que duró el jueves una hora y terminó en los accesos de Disneylandia. La marcha había comenzado en uno de los tres hoteles Disney, que son el eje de la protesta. Los manifestantes se sentaron formando un círculo en un cruce vial muy transitado en las afueras del parque hasta que fueron esposados con tiras de plástico e introducidos en dos furgonetas de la policía, frente a los visitantes que observaban azorados uno de los raros momentos con sabor de realidad en el mundialmente conocido centro de diversiones que es el sueño de numerosos niños. Los arrestos fueron realizados por los cargos menores de desobedecer a la autoridad y de incurrir en dos infracciones viales, dijo el sargento Rick Martínez de la policía de Anaheim. Los detenidos fueron citados y puestos en libertad, indicó el sargento Chris Schneider. La protesta involucra a unos dos mil 300 empleados _entre mucamas, botones, cocineros y lavatrastes_ en los tres hoteles propiedad de Disney: Paradise Pier, Grand Californian y Disneyland Hotel. El contrato laboral de los trabajadores expiró en febrero y su sindicato dice que las propuestas recientes de Disney vuelven incosteable el programa de salud para cientos de empleados, además de que crean un sistema injusto de pago con dos criterios. El gremio dice también que Disney pretende formar una nueva categoría de empleados de medio tiempo con un paquete muy reducido de prestaciones. La portavoz de Disney, Lisa Haines, indicó que la empresa y el sindicato están apenas en negociaciones y no tienen todavía acuerdos. Aseguró que los trabajadores han realizado 14 protestas pero sólo han acudido a 11 sesiones de negociación en seis meses.
El pensamiento de Georges Bataille
PROBLEMAS DE FILOSOFÍA DE LA HISTORIA Y DE LAS CIENCIAS SOCIALES
UNAM FAC. FILOSOFÍA Y LETRAS
Semestre 2009-1
Conato de programa
Curso Seminario sobre el pensamiento de Georges Bataille
Preguntas rectoras:
- ¿Cuáles son las transformaciones más significativas del discurso filosófico a partir de Georges Bataille?
- ¿Puede hablarse de una ontología propiamente batailliana (especialmente a la luz de Hegel y Marx)?
- ¿Cuál es la concepción de racionalidad en Bataille y cuál es la deuda de la filosofía contemporánea con aquella?
- ¿Cómo se conforma el erotismo como horizonte de problematización filosófica?
- ¿Puede ser vista la filosofía de Bataille como un proyecto de Filosofía de la Cultura in nuce?
Lecturas:
- La experiencia interior (Taurus, Madrid)
- El culpable (Taurus, Madrid)
- Sobre Nietzsche (Taurus, Madrid)
- La parte maldita (Icaria, Barcelona)
- Teoría de la religión (Taurus, Madrid)
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Textos Filosóficos III - UNAM 2009-1
- Agustín de Hipona y la patrística
- Dionisio Areopagita y la mística medieval
- Tomás de Aquino y el aristotelismo escolástico
- Guillermo de Occam, el nominalismo y la revolución prerenacentista
2a Parte: Tratados de amor medievales
- Raíces bíblicas del amor medieval
- La tragedia amorosa de Abelardo y Eloísa
- Tristán e Isolda y la retórica del amor cortés
- Roman de la Rose y las transformaciones eróticas de los símbolos
- Erótica árabe: la castidad ambigua de Ibn Hazm y la imaginación erótica de Ibn Arabi
- Fraciscanismo cortés: Lulio y Sabond
- La mujer ultrasexuada en el Malleus Malleficarum
Puta revolucionaria
Es Mariko Passion, artista de performance, cantante, letrista, activista y trabajadora sexual desde hace nueve años. De origen chino-japonés, esta joven radica en Los Ángeles, California, y ayer presentó en el espacio cultural de la Aldea Global de la 17 Conferencia Internacional sobre el VIH/sida el espectáculo Canciones de una puta revolucionaria, donde pone ritmo electrónico a sus experiencias y realidades laborales para, desde el escenario, reclamar a los gobiernos de todo el mundo la descriminalización y legalización del trabajo sexual.
(extracto de la nota)
Texto: Mariana Norandi
En la imagen: Mariko Passion, en la Aldea Global Mariko Passion, en la Aldea Global
Foto: Cristina Rodríguez
La Jornada, 8 de agosto 2008
La memoria es una columna vacía
Néstor A. Braunstein
Siglo XXI, México, 2008
Memoria y espanto de Néstor Braunstein (Argentina, 1941) es un paseo erudito a través de los ejercicios reflexivos del yo, por las escrituras que nacen de la experiencia frente al espejo de los recuerdos, experiencias que terminan siendo el material con el cual se urbaniza un espacio habitable, sin embargo en dicha urbe, como en la enigmática Tamara de Calvino, nada es igual a sí mismo, todo es materia signada por enigmas, ahí lo uno es lo otro y todo retruécano es posible. Se trata del umbral de los acertijos que plantea la memoria, la reflexión ante lo acaecido, el yo frente a sus primeros recuerdos. El inquisidor analista que perfora las gruesas capas del olvido implantado en sus pacientes se acostumbra más o menos a las mismas formas en que se reportan los primeros recuerdos, puede casi predecir la secuencia narrativa, pero es aquí donde el autor se ha permitido virar su agudo sentido psicoanalítico de la clínica a la escritura, y su expectativa por hallar narrativas menos ordinarias lo llevó a los textos autobiográficos de algunas de las mejores plumas literarias (a semejanza del proceder de Freud ante Goethe o Leonardo). De esta manera son repasadas las memorias de J. Cortázar, J. L. Borges, G. García Márquez, V. Wolf, Nuria Amat, V. Nabókov, E. Canetti, G. Perec, M. Leiris y J. Piaget, a través de los cuales se confirma que toda escritura es un ejercicio de modelaje y plástica de la identidad, esfuerzo que se resiste a ciertos olvidos y que trae a cuenta ciertos sucesos. La escritura es vista aquí como la concreción de una voluntad selectiva que ordena, distribuye y jerarquiza el haz de los recuerdos, resultando así cada escritor un efecto de su propia escritura.
El leitmotiv del libro está sintetizado en una frase de Cortázar: “La memoria empieza en el terror”, idea que cae como relámpago, luminoso y terrible, que enmarca la resistencia de la misma memoria a traer a cuenta el dolor. Curioso asunto es el que nuestros recuerdos estén poblados de instancias anodinas, que sean tan banales nuestras impresiones más persistentes, pero es que, nos convence el autor, la memoria encuentra su fidelidad al principio de placer al cubrir el terror, por eso selecciona y distribuye la materia del recuerdo de tal forma que sea indolora, o lo menos traumática posible. Este fenómeno es el que entretiene a Braunstein al leer a sus escritores favoritos, en ellos puede constatar, como en el caso de Cortázar, cómo el registro infantil del canto de un gallo y la luz solar que se cuela a través de las amplias ventanas de su cuarto se asocia a un trauma del que se han perdido los accesos directos. Y es que nunca olvidamos realmente, sólo reprimimos, trasladamos, transformamos los terrores en recuerdos inocuos, cercamos la angustia mnémica con la valla de la trivialidad.
Se puede entender claramente por qué la memoria es también olvido, Blanchot afirmaba: “la memoria es una columna hueca que se construye en torno de un vacío central hecho de olvido y rechazo”. La memoria es resistencia al olvido pero a su vez es su terrible permanencia, Mnemósine posee un rostro afable pero porta el espantoso hálito del trauma, juega a ser esfinge que habla enigmas, pero detrás de cada uno de éstos se agazapa el espanto. Pero el autor no pretende, como se pensaría de la ortodoxia freudiana, hacer consciente todo lo inconsciente, le basta subrayar que la memoria es inseparable del olvido, y éste del dolor, que somos memoria fabuladora y que nuestra existencia es narración donde se cruza la ficción con la realidad, pues a fin de cuentas nuestra vida no es más que cierta novelización.
“The thing I am shall make me live” escribía Shakespeare, pero ¿qué es esa cosa que llamamos “yo”? ¿Quién es el sujeto que novela su vida?, ¿el autor que escribe o el autor que es narrado?. Estamos frente a la prosopopeya en su sentido genuino, la construcción de un rostro para el sujeto que escribe, que se escribe, el cual puede: a) evadirse en el anonimato de una burocrática labor de archivista de sucesos a los que no se otorga ni rango ni valor con tal de ser “objetivo” (prosopagnosia); b) maquillarse, embellecerse y robustecer el ego en los más delirantes ensueños para que los demás lo vean como él quiere ser visto (prosopoplastia); c) diferirse en el deshacimiento de sí, en el desfiguro de lo que el tiempo ha erigido, espíritu “samsiano” que puede rozar lo intolerable, ya sea por desafiante o simplemente por inaccesible (prosopoclastia). Néstor Braunstein plantea que se trata del purgatorio, paraíso e infierno de una divina comedia humana que todo buen narrador transita para reconstruir su más entrañable identidad y a la cual desafortunadamente nunca termina de llegar.
La escritura se usa para vestir al yo con tipografías que le otorgan identidad, se recurre a escenarios complejos donde el sujeto sufre diversas mitosis narrativas, el yo habla del yo, el sujeto de enunciado es a su vez el sujeto de enunciación (y de “anunciación”, Braunstein dixit). No hay memoria cronológica (a menos que se trate de una memoria artificial), la secuencia ordenada de sucesos no es la forma de registro ordinario, el sujeto que hace memoria debe ordenar, deducir, contextualizar, el sujeto moldea su pasado, se construye a sí mismo, utiliza las redes del lenguaje para lograr asirse. El “primer recuerdo” se convierte en el Grial que presume ser la piedra basal de la identidad, todo ejercicio memorioso termina en el callejón del recuerdo fundante, la memoria se contrae al punto cero, la infancia es el big bang en cuyos primeros instantes todo destino se decide. Se trata, como bien afirma Braustein, de un mito fabuloso, un mito de origen sobre el que se hace descansar la columna de la subjetividad, pero es, en efecto, un mito pues se pretende encontrar significación justo ahí donde no hay ninguna, donde acaso comienza su montaje que es incapaz aún de procesar significados. Es por esta razón que toda infancia memoriada, con su piedra fundacional, es el efecto narrativo de un destino ya jugado. Pero es importante escuchar lo que los sujetos dicen que les sucedió in illo tempore pues detrás de la narrativa mítica se esconde un haz de luces que devela la estructura, no de lo que sucedió realmente sino de lo que se piensa que sucedió, lo que se quiere ver justo como origen, pues “uno no es quien es porque le pasó eso sino porque ha registrado y ha entendido lo que le pasó de una determinada manera, seleccionando, remendando…”.
La memoria es un monstruo que tiene su comienzo en todas partes, y por lo mismo en ninguna. No hay momentos absolutos y primigenios, todo es resultado de la reconstrucción, de la recherche du temps perdu, y es que, como afirma Valéry (otro contemporáneo de Freud y Proust): “la memoria es el porvenir del pasado”, pues procede del futuro, contrariamente a lo que se piensa. De esta manera nuestra sensación de secuencialidad lógica no es más que el resultado de artificios ordinativos que imponemos al amorfo pasado plagado de eventos azarosos y completamente contingentes. Si la vida fuera contada por el inconsciente no habría cronología, no cabría esperar “edificación”, no sería traducible, pues toda vida humana está tejida con asociaciones suceso-significado.
Debemos deducir que el traumatismo primario no es el del puntual nacimiento al frío mundo extrauterino sino al abstracto ámbito del lenguaje. Braunstein afirma que fue el anarquista Max Stirner quien por primera vez asoció el trauma primario con el lenguaje (aunque quizá haya que remontar la idea básica hasta Platón), pues lo que entendemos como humano es inseparable de la mediación lingüística, pero aún más, el lenguaje no debe ser visto como un mero vehículo de comunicación, es también, por la misma razón, un vehículo de humanización, naturaleza que algunos portan como pesada carga en la que se integra todo Otro (incluidas las resonancias teológicas que también debemos al lenguaje).
No existe el sujeto autónomo pues no hay lenguajes privados, la autogestión de la memoria es una falacia. El recuerdo no es individual, nunca lo es del todo, se trata de una obra colectiva: “es falso decir: Yo pienso…” escribía Rimbaud. Todo sujeto, toda memoria, es una construcción social, vivimos a la intemperie de la mirada ajena y estamos sujetos a la cosificación (cf. Sartre) y uno aprende a asumirse según las codificaciones que hacen los otros para conminar nuestra identidad. Este proceso es contundente en el rubro de las escrituras del yo, éstas nunca están solas, nacen en, y son, para alguien más. Las memorias que alguien escribe deben someterse al juicio inexorable de su Otro: el lector proclive a los juicios de valor. Y es que la vida anímica de toda persona está hecha de representaciones (Vorstellungen), y no hay representación sin participación lingüística en el plexo social, lo interno de la memoria es lo externo del juego codificante y recodificante (encoding, retrieval), es por esto que toda autobiografía es performativa, el escritor adquiere identidad en el ejercicio de la grafía misma. La vida (bios) interior es sólo el reflejo narrativo del paisaje intersubjetivamente codificado, por eso el autor muestra su escepticismo frente a las pretensiones tanto del solipsismo como del rigor objetivizante que muestran algunos escritores.
Las muestras más claras del caso mencionado las encuentra Braunstein en los filósofos que intentan purgar su escritura de toda contaminación personal, en los rigores académicos que desprecian los textos “personales” sin caer en cuenta que ellos mismos están atravesados por la daga de la ficción. Se nos recuerda lo sucedido con Pascal, el riguroso jansenista, frente a los ensayos de Montaigne, aquel mostraba un celo airado por “la verdad” que consideraba diluirse en el peligroso estilo ensayístico de su predecesor. Curiosamente, menciona el autor, lo verdaderamente peligroso del ensayo es, en todo caso, su posibilidad de jugar con las máscaras estilísticas de la retórica y la filosofía. Situación análoga es la que se presenta con los cronistas (biógrafos, historiadores, periodistas…) que anhelan contar los sucesos tal como fueron, como si éstos fueran absolutos y portadores de una inmaculada situación ontológica. Pero ¿no son más bien tales “sucesos” el producto de un destino que les es ajeno? ¿A qué se debe que sean justo tales “sucesos”, y no otros, los que deban ser iluminados por una memoria fidelísima?
Al parecer cuesta mucho trabajo aceptar la contingencia y el azar con que emergen, y desaparecen, los acontecimientos, aquellos que son pensados como los verdaderamente importantes y transparentes, aquellos que están amparados por la memoria reiterativa. Contrariamente Braunstein opta, de la misma forma que lo hace Lacan, por abandonar los grandes sucesos y en su lugar atiende des petits papiers, las aparentemente insignificativas estampas de lo inocuo. Pero, como sucede con el canto del gallo en las memorias de Cortázar, puede suceder que justo esos ínfimos reportes sean las claves de acceso a lo que la memoria resguarda bajo la forma de olvido. El libro nos previene contra la memoria que se adjudica la verdad histórica, nos insta a aceptar que toda memoria es el producto de una ficción narrativa y, en todo caso, de una verdad ficcionada, pues no somos sólo lo que recordamos con agrado sino también lo que olvidamos sin saber que lo hemos olvidado pero cuya presencia se puede rastrear en las memorias de lo banal y lo ínfimo.
¿No podría tratarse del desplazamiento de los recuerdos urticantes al nivel de lo indoloro? Y es que no podemos escapar a la lógica fabuladora de un yo que no quiere saber de sí otra cosa que no sea el placer, el yo es el encubridor de sí mismo, su autoengaño. La memoria danza, junto al olvido, alrededor del que parece ser el motivo fundante: el desamparo. ¿Y cuál desamparo más terrible que el experimentado por el infante ante la ausencia de la madre? Los episodios de desamparo no cesarán de reeditarse en la vida desde la expulsión del útero materno, estamos en el terreno del espanto, el olvido eterno, el fracaso total y contundente de la memoria: “somos una memoria consciente del inexorable destino de su trayecto: el olvido”, y los ejercicios narrativos no pasan de ser “heterotanatografías”, extensiones adultas del juego en que el niño sufría la repentina desaparición de su Otro, su espejo. La memoria es un amo alternativo al amo absoluto que es la muerte.
(Reseña de próxima aparición en Metapolítica)