Me trajo Mara Mori
un par de calcetines,que tejió con sus manos de pastora,
dos calcetines suaves como liebres.En ellos metí los pies
como en dos estuchestejidos con hebras del
crepúsculo y pellejos de ovejas.Violentos calcetines,
mis pies fueron dos pescados de lana,dos largos tiburones
de azul ultramarinoatravesados por una trenza de oro,
dos gigantescos mirlos,dos cañones;
mis pies fueron honrados de este modopor estos celestiales calcetines.
Eran tan hermosos que por primera vezmis pies me parecieron inaceptables,
como dos decrépitos bomberos,bomberos indignos de aquel fuego bordado,
de aquellos luminosos calcetines.Sin embargo, resistí la tentación aguda
de guardarlos como los colegiales
preservan las luciérnagas,como los eruditos coleccionan
documentos sagrados,resistí el impulso furioso de ponerlos
en una jaula de oro y darles cadadía alpiste y pulpa de melón rosado.
Como descubridores que en la selvaentregan el rarísimo venado verde
al asador y se lo comen con remordimiento,estiré los pies y me enfundé
los bellos calcetines, y luego los zapatos.Y es esta la moral de mi Oda:
Dos veces es belleza la belleza,y lo que es bueno es doblemente bueno,
cuando se trata de dos calcetines de lana en el invierno.PABLO NERUDA
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