La memoria es letal
"Debo aprender que un pasado no hay, todo es literatura. Debo comprender que la memoria es letal: es trampa y sepultura."
Bibliocultura y espectros en la red
"La bibliocultura seguirá haciendo la competencia, todavía durante un cierto tiempo, a muchas otras formas de publicación que se sustraen a las formas heredadas de la autorización, de la autentificación, del control, de la habilitación, de la selección, de la sanción, incluso de mil otras formas de censura"
La cita es de Jacques Derrida... aunque no podría decir que me consta. No sólo porque, como lo señaló el mismo Derrida [¿o habría sido Jacques?], en la posibilidad de una cita se juega siempre cierta pérdida, olvido o borradura de un autor, sino porque no conozco la fuente y no podría inscribir la referencia que garantice el linaje de estas palabras. Las he leído ya en un lugar que no es el suyo. Cita de una cita, estas palabras (aquí o allá) tienen aún la desgracia de extraerse a un contexto que ya no existe. Son, pues, a un tiempo, denuncia y recuerdo, de la violencia del libro ergido en cultura. Pero también de la resistencia: cierta resistencia del trazo y lo digital. Resistencia frente a todo aquello que no puede circuscribirse bajo el nombre de "cultura" o "libro", la autoridad y autentificación en general.
Especificamente, ellas son (aquí) memoria de un golpe asestado contra dos sitios que encarnaban esta resistencia: Derrida y Heidegger en castellano. Es ya sabido que desde hace unos meses, estos sitios fueron desactivados y sus contenidos borrados, por razón de constituir un crímen contra la propiedad intelectual. Por si fuera poco, su creador, el Prof. Horacio Potel es perseguido criminalmente en Argentina; arriesgando, incluso, pasar una temporada en la cárcel por poner en circulación (sin autorización pertienente) estas y muchas otras palabras.
Sin duda es triste recordar este triunfo de la bibliocultura y la ley. Sin embargo, en esta maraña de trazos digitales resulta muy dificil controlar la iteración. A pesar de los esfuerzos, por ella circulan aun espectros. Ecos que no se dejan borrar sin propiamente presentarse. Y para nuestra fortuna, los de Heidegger y Derrida son algunos de ellos.
Mejor que contar ovejas
Cuando solo, entre cobijas
-larga vela del insomnio-
cuento las palabras que he pronunciado hoy
(en la escalera, en los pasillos, entre vecinos:
ocho a lo sumo)
y me siento desgraciado
pienso que el perro rojo y flaco del traspatio vecino
que ladra, que casi ni ladra ya
empapado bajo la lluvia
la pasa peor que yo
que el teporochín de la cuadra
la pasa peor que yo
que los reclusos en cárceles y manicomios y hospitales
la pasan peor que yo
y que es mejor pasarla peor
que pasarla bien como tantos Grandes Jijos de la Chingada
…nunca recuerdo
a la noche siguiente
sólo, entre cobijas
en qué número del inventario
me quedé dormido.
ZUGZWANG
Ediciones El Tucan de Virginia
Luis Ignacio Helguera
Mèxico, ( 1962-2003)
-larga vela del insomnio-
cuento las palabras que he pronunciado hoy
(en la escalera, en los pasillos, entre vecinos:
ocho a lo sumo)
y me siento desgraciado
pienso que el perro rojo y flaco del traspatio vecino
que ladra, que casi ni ladra ya
empapado bajo la lluvia
la pasa peor que yo
que el teporochín de la cuadra
la pasa peor que yo
que los reclusos en cárceles y manicomios y hospitales
la pasan peor que yo
y que es mejor pasarla peor
que pasarla bien como tantos Grandes Jijos de la Chingada
…nunca recuerdo
a la noche siguiente
sólo, entre cobijas
en qué número del inventario
me quedé dormido.
ZUGZWANG
Ediciones El Tucan de Virginia
Luis Ignacio Helguera
Mèxico, ( 1962-2003)
ONIRIA
No alimentaré más las cicatrices que embalsamo
Las manos con que te sueño agua, desliza.
Voy a extirpar mi colibrí de las sienes
Irrumpir las cenizas de hojarasca otoñal.
Es inútil el anonimato, la discordia, el sentido.
He de fraguar tu lienzo en mi cuerpo
de ausencia.
El amanecer de los noctámbulos,
La complicidad que me fue inventada
Por lo imposible…
Yelenia Cuervo
Foto: Alonso
Estados de ánimo
Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.
Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.
A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.
Mario Benedetti
Estados de ánimo
Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.
Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.
A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.
Mario Benedetti
Crisis materna
Eres insustituible. Por esto fue condenada
a la soledad la vida que me has dado.
Y no quiero estar solo. Tengo un hambre infinita
de amor, del amor de los cuerpos sin alma.
Porque el alma está en ti, eres tú, pero tú
eres mi madre y tu amor es mi esclavitud:
Ha pasado la infancia esclavo de este alto
sentido, irremediable, de este inmenso empeño.
Era el único modo para sentir la vida,
el único color, la única forma: se acabó.
Sobrevivimos, y es la confusión
de una vida que renace fuera de la razón.
Te lo ruego, ah te lo ruego: no quieras morir.
Estoy aquí, a solas contigo, en un futuro abril.
Pier Paolo Pasolini
a la soledad la vida que me has dado.
Y no quiero estar solo. Tengo un hambre infinita
de amor, del amor de los cuerpos sin alma.
Porque el alma está en ti, eres tú, pero tú
eres mi madre y tu amor es mi esclavitud:
Ha pasado la infancia esclavo de este alto
sentido, irremediable, de este inmenso empeño.
Era el único modo para sentir la vida,
el único color, la única forma: se acabó.
Sobrevivimos, y es la confusión
de una vida que renace fuera de la razón.
Te lo ruego, ah te lo ruego: no quieras morir.
Estoy aquí, a solas contigo, en un futuro abril.
Pier Paolo Pasolini
Exvoto
A las chicas de flores
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas de un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamás -empavesadas como fragatas-van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pesones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.
Buenos Aires, 1920
O.G.
El tiempo perdido
"En un universo donde el éxito consiste en ganar tiempo, pensar no tiene más que un sólo defecto, pero incorregible: hacer perder el tiempo"
J.-F. Lyotard, La posmodernidad (explicada a los niños), trad. E. Lynch, Gedisa, México, 1990, p.47
MUERTE SIN FIN (Fragmento)
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirales de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí -ahito- me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo immarcesible
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos de la mar
-más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante- oh paradoja- constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la graganta
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando una sed de hielo justo!
¡Más que vaso -también- más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinde así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones!
JOSÉ GOROSTIZA
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirales de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí -ahito- me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo immarcesible
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos de la mar
-más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante- oh paradoja- constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la graganta
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando una sed de hielo justo!
¡Más que vaso -también- más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinde así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones!
JOSÉ GOROSTIZA
Preferiría no hacerlo
Figura pulcra, lastimosamente respetable, incorregiblemente desolada ¡Ese era Bartleby!...
¡Qué falta de amistad y qué soledad tan miserables se ponen aquí de manifiesto! Su pobreza es grande, pero su soledad... ¿qué horrible! ... Por primera vez en mi vida me envolvió un sentimiento de melancolía abrumadoramente punzante. Anteriormente, nunca había sentido nada, excepto una tristeza que no me resultaba desagradable, pero en ese momento, el vínculo que me unía a la vulgar humanidad me empujaba irresistiblemente a la depresión. ¡Una melancolía fraternal!... ¿Ay! la felicidad busca la luz y por eso creemos en la distancia que todo el mundo es feliz. Sin embargo, el sufrimiento se oculta en la distancia, motivo por el cual pensamos que el sufrimiento no existe...
en la misma proporción en la que la tristeza por Bartleby crecía cada vez más en mi imaginación, aquella misma melancolía se convertía en miedo y la pena en repulsión...
lo hice frente y lo ahuyenté. ¿Cómo? Vaya, simplemente recordando un mandamiento divino: "Amaos los unos a los otros". Sí, eso fue lo que me salvó...
Bartleby había trabajado como subalterno en la sección de "Cartas no reclamadas" de la Oficina de Correos de Washington, de la que lo habían despedido de repente por un cambio de administración... ¿existe otro trabajo más adecuado para acrecentar esta desesperanza que el de manipular continuamente esas cartas no reclamadas y clasificarlas para destruirlas en las llamas? Porque las queman a montones cada año. Alguna vez, entre el papel doblado, el pálido empleado encuentra un anillo -el dedo al que iba dirigido quizá esté descomponiéndose ya en su tumba- ... buenas nuevas para los que asfixiados por las continuas calamidades, fallecieron ya. Portadoras de mensajes de vida, estas cartas se precipitan a la muerte. ¡Ay Bartleby! ¡Ay humanidad!
Fragmentos de Bartleby, el escribiente, de Herman Melville (trad. Ma. José Chuliá García, Nóridca libros, Madrid, 2007)
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