Cerrar los ojos y lanzar la vida

Cerrar los ojos y lanzar la vida
por la atmósfera oscura
que la envuelve, la exalta y la prolonga…
volar y descender al mismo tiempo,
sin tiempo, sin premura, sin fatiga,
sostenido por manos de tiniebla
y silencio en silencio adormecido.

Hablar son las palabras, con voz muda;
abrazar sin la fuerza de los brazos,
sentir el abandono de la forma
en caída celeste,
como tibio vapor que se levanta
de un mar anestesiado.

Seguir por la agonía
insensible de un derrumbe voluntario
que poco a poco me vaya separando
de toda sensación,
hasta quedar tendido
como un cadáver que se vela a solas.

Confundir el espacio de la tierra
y no saber si es vuelo
o sepulcral descanso,
el momento que arropa la existencia.
naufragar por completo
en la muerte transitoria del sueño,
y amortajado en la ternura blanca
de la espuma de sabanas sin tacto,
para quedar en amplitud de fuga
que de tanto volar se vuelve inmóvil.

Ya disuelto, desnudo de sentidos,
dejar de ser un cuerpo
Y morir largas horas
en un yerto equilibrio horizontal,
olvidado de todos y de todo,
como estatua de aire
recostada en el aire de su sombra,
y tan muerto en mí mismo,
que ya será imposible que medite o que tema
si podré de mi sueño despertar...

Nandino E. (1955) Nocturno II. Ncturna suma. México. Editorial Katún.