La existencia fantástica del Bosson de Higgs (y de Dios)

Time-travelling Higgs sabotages the LHC. No, really - Short Sharp Science - New Scientist: "Time-travelling Higgs sabotages the LHC. No, really
Richard Webb, physics features editor

Could the Large Hadron Collider be sabotaging itself from the future? That's the suggestion of a couple of reasonably distinguished theoretical physicists, which has received a fresh airing in the New York Times today.

Actually, it's the Higgs boson that is doing the sabotage. Apparently, among the many singular properties of the Higgs that the LHC is meant to discover could be the ability to turn back time to stop its cover being blown.

Or as the New York Times puts it:

"the hypothesized Higgs boson... might be so abhorrent to nature that its creation would ripple backward through time and stop the collider before it could make one, like a time traveler who goes back in time to kill his grandfather"


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Apuntes en torno a la “vida” y al aborto

Por: José T. Mendoza Hernández

Al elegir a los amigos

hemos de cuidar de tomar a los menos manchados;

el principio de la enfermedad es mezclar

los sanos con los enfermos…

Séneca

Dados los problemas políticos y sociales que se han desarrollando en los últimos días en nuestro país, es necesario replantearse, o más bien, recordar en qué consiste la “vida humana” desde una visión ética y un tanto estructuralista. Asunto, éste último, que parece haber sido olvidado por algunos sectores y personajes políticos y sociales, quienes recorren, cual espectros amenazantes, los discursos utilizados por nuestro sistema político. Para ello, basta analizar los discursos totalitarios y, en veces, fascistas, que utilizan nuestros tan asediados políticos de la “derecha radical” y no pocos de la “izquierda” o de lo que alguna vez fue la izquierda en México.

Comencemos, pues, por recordar que la “vida humana”, desde una postura materialista, es fundamento absoluto, en cuanto contenido, de la pretensión de bondad de todo acto humano. Entonces, todo acto humano, máxima, institución o sistema, puede ser considerado éticamente bueno si afirma o desarrolla algún aspecto de la “vida humana”. Más aún, ningún acto éticamente humano puede dejar de tener en cuenta ese principio universal. Por ello, queremos criticar los formalismos, los racionalismos y el cinismo desmedido de la razón instrumental por no incluir entre las condiciones de la moralidad, la afirmación de la “vida” y, fundamentalmente, sin caer en posturas antropocéntricas, a la vida “humana”.

Actualmente hay grupos que toman la vida como criterio de moralidad, pero la toman parcialmente, para solucionar un solo caso y de manera igualmente unilateral. A esto le llamaremos técnicamente una “falacia reduccionista”. Así, estos grupos y sociedades reducen el tema a una de sus posibilidades, dejando de lado todo lo otro que también les corresponde. Tomemos algunos ejemplos para entender la cuestión.

Si una honesta y ejemplar tejedora, pastora, madre y abuela de gran familia, indígena, de sexo femenino, en su edad de extrema dignidad por estar en su senectud, como diría el filósofo Séneca, es violentamente atacada, violada y muerta por un grupo asesino, ¡se ha atacado a la vida humana! Tal acto no podrá pretender ser bueno. Es, pues, por naturaleza perverso, injusto y reprobable.

Si a millones de trabajadores o empleados del Estado se les pone en riesgo los fondos de su retiro, aquello que con miles de horas de trabajo han logrado objetivar en bienes a través de sus aportes que, mes tras mes y durante años han acumulado, dejando a discreción de un capital privado cuya función es ponerlos a generar intereses para el Estado. Si esta empresa paraestatal se declara o, como se ha hecho en estos últimos días, es declarada de un modo fascista y con absoluto abuso de poder, en quiebra, tal acción es “matar” o disminuir cuantitativa y cualitativamente las posibilidades de “vida” de esos hombres y mujeres. Máxime, porque la pobreza, toda pobreza sin distinción es menos-vida, peor-vida, acortar-vida. Tales actos ¡atacan la vida humana!

Intentar privatizar un bien del pueblo, como ha sucedido con Luz y Fuerza del Centro, cuyos ingresos permiten usufructuar una riqueza que ayuda o que en teoría política “debería” ayudar a mejorar la salud, la educación, la felicidad y longevidad del pueblo, es poner en riesgo la “vida” de millones de hombres y mujeres, y restringir a que esos bienes sean usados por unos pocos mexicanos y, lo peor, por extranjeros. Basta con voltear a ver a los más de 10 000 habitantes de Nuevo Necaxa, en la sierra norte de Puebla, región que nació y es ahora cuna de la compañía de Luz y Fuerza del Centro y cuyos habitantes han sido abandonados a su suerte. (Cf. Revista Proceso, N° 1721, 2009) Eso es ¡negar la vida humana!

Entregar la educación de los hijos a una enseñanza pública controlada por unos cuantos, y a los medios de comunicación, que son como una segunda escuela del pueblo. Es decir, entregar la educación básica a manos de aquellos que toman esos sectores tan esenciales de la “vida” humana para fines gremiales, espurios o de simple ganancia económica es, nuevamente, ¡atacar la vida humana!

Obligar a una niña violada a que dé a luz el hijo, fruto de una violación, no ayudando en la educación de éste ni haciéndose cargo de tantos efectos negativos que sufre la joven madre, atenta de muchas maneras contra la “vida” y la dignidad de ésta última. En primer lugar, porque el machismo de nuestro medio no hace responsable del acto al “padre soltero”. En segundo lugar, porque toda pretensión de bondad de un acto exige un pleno y autónomo consenso, una libre determinación del agente moral. Nadie, ni el juez ni ninguna institución, por más sagrada que ésta sea, y menos la fundada por Jeshúa de Nazaret, que instituyó la inviolabilidad como última instancia de la conciencia moral de la persona, puede pretender suplantar o decidir por el actor ético. La mujer y el varón, éste último como co-responsable de la decisión que tome la mujer, en cuyo cuerpo se engendra el nuevo ser humano son, como decimos, la última instancia ética de la decisión y pueden ser juzgados por haberla adoptado, pero nadie puede ocupar su lugar. Se les puede dar consejos, se puede pretender proclamar reglas o leyes públicas a través de discursos u homilías mal fundamentadas y argumentadas, pero la instancia subjetiva es la definitiva, pues en esto último consiste la autonomía del individuo.

Por otra parte, la vida de la madre viene primero; después la del hijo. Es una cuestión de vida o muerte, y encarar directamente la muerte de uno de ellos estaría en contra del principio material, por su contenido. Claro que, en concreto, los principios pueden entrar en conflicto (la vida de la madre y del hijo/a), y hay que saber discernir entre ellos, darle a uno prioridad sobre el otro, en la complejidad casi infinita de los casos empíricos. No entramos aquí a describir la cuestión, sino a indicar los principios. Es un caso donde la “vida” nuevamente es criterio de discernimiento y fundamento de justificación de los actos.

Por ello, los movimientos o asociaciones que dicen ser “pro-vida”, lo que en sí mismo es muy positivo, deberían advertir que dicho principio, a saber, la afirmación de la vida humana, juega una función fundamental en toda la ética, la política, la economía y en todos los campos prácticos. Veamos, por último, un ejemplo económico.

Karl Marx muestra que el trabajador emplea muchas horas de su “vida” para producir mercancías. El “valor de cambio” para Marx era expresado metafóricamente por la sangre, como coágulo de sangre. El valor económico de las mercancías, que aparece en el mercado como precio, es objetivación de “vida” humana. Cabe recordar que, para el pensamiento semita de aquel Marx de familia judía, la “sangre” era la “vida”, y por ello Feuerbach dijo que la esencia del cristianismo era “beber y comer”: beber la sangre del Cordero y comer su carne en la Eucaristía, para escándalo de marxistas estándar y cristianos conservadores. Dice el libro del Eclesiástico (34, 27) de la Biblia judío-cristiana: “Quien no paga el justo salario derrama sangre”. Por ejemplo, ante el reciente aumento aprobado por el senado de la república, en donde se avala el aumento directo del 1% al IVA, incluido la canasta básica cuyo fin, según Schopenhauer, es la afirmación a la voluntad del vivir del ser humano. Para poder vivir, el pueblo de los pobres “muere” de alguna manera, cuando no se sacia el “hambre”, como dice Ernst Bloch, el sujeto es atacado en su sobrevivencia por la injusticia. Espero que los movimientos “pro-vida” hayan colaborado con los que se manifestaron por dicho aumento en semanas recientes.

En conclusión, cuando se habla de la “vida humana” como criterio ético y principio que fundamenta la pretensión de bondad de todo acto, no se debe reducir a un aspecto de la vida, sino usarla en toda su universalidad como justificación de la justicia en economía, en política, en cuestiones de género y hasta en el deporte. En fin, en todo acto humano.

Apuntes y reposcionamiento al texto original de Enrique Dussel, publicado en el periódico La Joranada el 20 de abril de 2007.

Confucio, el placer sexual y el saber

"De uno que cambia los placeres del sexo por la estimación de los ilustres, que puede hacer el máximo esfuerzo en el servicio de sus padres, que es capaz de servir a su padre hasta el punto de dar la vida, y que en las relaciones de amistad pronuncia palabras de sinceridad, aunque se diga de él que no ha estudiado, yo me veré obligado a decir que sí lo hizo"

Confucio, Libro Xué Ér, VII (trad. de Joaquín Pérez Arroyo: Los cuatro libros, Ed. Alfaguara, Madrid, 1981)

album

El encajonamiento del placer sexual entre las nefandades pertenece a las necesidades isotópicas del pensamiento dualista, pero seguirá siendo un misterio por qué la fruición genital suele acomodarse en el muro de las ignominias.

Distractions



"Fancy a big house
Some kids and a horse
I can not quite, but nearly
Guarantee, a divorce...
I think that I love you
I think that I do..."

Yacimos en el abismo y observamos lo profundo...


He sepultado a mi amor en una verde tumba,
hundido en el helecho profundo,
dos halcones volaron arriba ahí,
uno chocó con el otro fuertemente,
y gotas rojas cayeron,
y gotas rojas cayeron.

Hasta que el velo caiga,
hasta que el silencio quiebre,
permanece a mi lado,
por favor no me despiertes.
Hasta que el invierno pase,
hasta que el día claree,
permance a mi lado,
Por favor no me despiertes.
Permance a mi lado
Por favor no me despiertes.

Encontré a mi amor la noche siguiente,
entre los animales del bosque despertó,
dos halcones nos guiaron entre sueños,
Y nos arrebataron de estas profundidades.

Hasta que el velo caiga,
hasta que el silencio rompa,
permanece a mi lado,
por favor no me despiertes.
Hasta que el invierno pase,
hasta que el día empiece,
permance a mi lado,
Por favor no me despiertes,
permanece a mi lado,
por favor no me despiertes,

Hemos permanecido unidos hasta el final de la noche,
hemos sido los mismos espíritus que invocamos,
yacimos en el abismo y observamos lo profundo,
pero las profundidades ya no pueden sujetarnos más.

Hasta que el velo caiga,
hasta que el invierno pase,
hasta que el silencio quiebre,
permanece a mi lado.
Hasta que el velo caiga,
hasta que el invierno pase,
hasta que el silencio cese,
permanece a mi lado.
Hasta que el velo caiga,
hasta que el invierno pase,
hasta que el silencio quiebre,
permanece a mi lado,
Por favor no me despiertes.
Shilda Albert, una de las solistas del grupo The Harlem Jubylee Singers, que el sábado por la noche pusieron literalmente a hervir la Alhóndiga de Granaditas con un programa formidable de gospel, spirituals, el rhythym and blues primitivo y pasajes de la ópera Porgy and Bess, de Gerhswin. La lluvia elevó las cosas a la condición de hervor. la cantante, quien posee un registro de contralto profunda impresionante, terminó el concierto en trance, entró en éxtasis ante el delirio del públicoFoto Pablo Espinosa

Fabiola Palapa y Pablo Espinosa
Enviados
Periódico La JornadaMartes 27 de octubre de 2009, p. 5


Guanajuato, Gto., 26 de octubre. Quince cantantes entonan gospel, spirituals, pasajes de la ópera Porgy and Bess, de Gershwin, temas del rhythym and blues primitivo, jazz profundo.
Son los integrantes de The Harlem Jubylee Singers, herederos y continuadores de una música ritual que ha dado nacimiento por igual a otros géneros musicales que a una genealogía fascinante, acunada en el entrecruce de lo litúrgico y lo tribal, el dejo melancólico y las atmósferas de las novelas de William Faulkner.
Dirigidos por el maestro Gregory Hopkins, pianista, tenor con experiencia operística e hijo de una cantante de iglesia en Harlem, los integrantes de este coro ya legendario se plantaron frente a una multitud entusiasmada que colmó la Alhóndiga de Granaditas y a los pocos minutos puso literalmente a hervir la Albóndiga (nombre cariñoso y cervantinísimo de la Alhóndiga) en un caldo de cultivo donde por supuesto, y para propiciar mejor el punto de cocción, la lluvia no podía faltar. Y no faltó.
La deserción debida al baño inesperado fue mínima. La mayoría del público se quedó a formar humito, vapor desde sus epidermis cálidas por la música en contacto con las gotas de lluvia. Desde lo alto de las tribunas incluso se organizaron coros de peticiones, complacencias: amásin gréi, gritaban. aaaaamáaasiiiin gréeeeeeeiiiii, repetían.
¿Amar sin grey? ¿Amar sin gloria? ¿ámanse, güei?, trataban de descifrar los de filas de adelante lo cuasi críptico del mensaje gradas arriba. Amazing grace, comprendieron de inmediato los negroles en el coro y con una sonrisa en los labios se dispusieron a incluir lo que estaba fuera de programa. A petición del público, améisin gréis, tradujo alguien innecesariamente entre los pasillos de piedra de la Albóndiga.
Puente hacia la divinidad
Resultaba enternecedor observar a las cantantes harlemitas, gloriosas e impertérritas, dueñas de tesituras vocales propias de ángeles morenos.
Como la maestra Shilda Albert, quien dejó por un momento la primera fila de cantantes para plantarse frente al micrófono solista en Gonna journey away, un clásico de WC Handy, y lo que salió de su infinita caja torácica estremeció a la multitud entera: notas graves, gravísimas, gravérrimas, gravas rebotando en su garganta antes de salir en frecuencias bajas, bajísimas, bajérrimas. Una voz de contralto profunda como pocas veces se han escuchado en Cuévano.
Esta cantante extraordinaria regresó a ocupar su lugar en la fila. El concierto siguió bajo la lluvia, aunque no cantando bajo la lluvia porque ninguno de los del coro era Gene Kelly ni ninguna de ellas Jean Hagen, además de que cuando llueve en la Albóndiga se mojan todos menos los artistas, como debe ser. El público empapado, ensopado, papa y sopa, sope de papa. Pero sopes sublimados.
Y cómo no, con esa música tan arrebatadora, ese cruce de imposición ideológica, esclavitud, de origen tribal, libertad. El gospel, ese puente hacia la divinidad que hay en los humanos.
Público sope, superior, elevado a la estratósfera con una música de intensidades tales que al final tuvieron que llevarse casi en vilo a la contralto profunda Shilda Albert, quien de tanto cantar como los ángeles había entrado en trance, estallado en éxtasis, internada en las profundidades de una experiencia más que religiosa, luego de cantar notas calcinantes de registro tan bajo que resultó tan alto como las estrellas que solamente Galileo podía observar, porque el logotipo del Cervantino 37, dedicado a ese científico, es un personaje como salido de un óleo de Rufino Tamayo que esgrime un telescopio pero que, lo confirmó días antes en esta misma Albóndiga el gran cronopio Paquito D’Rivera, en realidad pulsa un clarinete, claro y neto.
Ese personaje tamayístico, ese logotipo cervantino, esplende arriba del escenario de la Albóndiga. Y desde ahí, luego de empaparse de lluvia y gospel, Galileo podía observar las estrellas y todos los astros a pesar de las nubes, porque él p’arriba sí sabe mirar, parafraseando a José Alfredo.
Y entonces parecía decir el personaje tamayiano con su telescopio-clarinete desde arriba de la Albóndiga de Granaditas: y sin embargo se mueve.
Y todos se movieron, se conmovieron con una inolvidable liturgia laica de gospel, una sesión espiritista a punta de purititos spirituals. Que sin embargo conmueven.